miércoles, 15 de mayo de 2013

Apuntes de la isla Sur de Nueva Zelanda (Central Otago)



Un día crucé en un ferry desde la isla Norte a la isla Sur escuchando a Nacho Vegas. Y con eso ya podría terminar el artículo y estar tan tranquilo con esa imagen.
Supongo que si uno publica algo es porque pretende ser leído, y a nadie le importará la imagen de un servidor tarareando eso de "y unos me llaman chaval y otros me dicen caballero..." mientras el barco se adentraba en un fiordo buscando el puerto y hablaré, no mucho, de los vinos que allí probé. De todos modos aviso. Lo mejor de este post son sus dos primeras frases. Si no conocen a Nacho Vegas dejen los vinos de Central Otago para más tarde.
El ferry te deja en Picton, en el Norte, a varias horas de coche hasta Central Otago. Horas de coche y paisajes maravillosos que te preparan para lo que vas a encontrar en el Sur.




Central Otago tiene muchas cosas que hacen que se haya colado entre las regiones más seguidas por algunos aficionados: una historia de pioneros que trabajaron contra la lógica que decía que estaba fuera de los límites del cultivo de la vid, un paisaje espectacular, un buen puñado de jóvenes enólogos y viticultores con ganas de ponerle toda la pasión del mundo a sus vinos, y por supuesto unos vinos dignos de todo lo anterior.

Aunque en la década de los 60 del siglo XIX se plantaron las primeras vides por parte de inmigrantes franceses que llegaron buscando oro, la historia del vino de Central Otago, tal y como lo conocemos ahora, se debe a Rippon, Taramea, Gibbson Valley y Chard Farm, cuatro bodegas pioneras que a mediados de los años 80 vinificaron entre todas 71 toneladas de uva. Hoy en día, sólo 30 años después, hay 1200 hectáreas de Pinot Noir plantadas, repartidas entre 95 bodegas y 75 viticultores. Una historia de superación que comienza poniendo en duda el límite del cultivo de la vid: Central Otago cae en el paralelo 45º Sur.
Rodeada de montañas, el clima es continental, a diferencia de otras regiones de Nueva Zelanda, donde la influencia marítica es más notoria, tales como Martinborough o Marlborough. Inviernos muy fríos, veranos cálidos y secos,una diferencia térmica entre la noche y el día durante la época de maduración de hasta 20ºC y una pluviometría anual de entre 300 y 750mm son sus datos climáticos más destacables. Un clima por lo tanto más frío y seco que el de sus vecinos del Norte, con un desborre más tardío y una fecha de vendimia alrededor de 6 semanas posterior. Como en todas las zonas cercanas al límite del cultivo de la vid, las diferencias entre añadas son notables, y la calidad de la vendimia depende de lo cálido que sea el verano y de un largo y benigno otoño.
El suelo de esta región fue formado por glaciares, siendo esquisto la mayor parte de su roca madre. Sobre esa roca madre, y dependiendo de la zona puede haber una mezcla de esquisto y aluviales procedentes de la degradación del granito (grauvacas), loess, gravas o suelos más franco-arenosos. Son suelos de fácil drenaje (demasiado drenaje para los años más secos, y paradójicamente para el país hay quien se plantea la necesidad del riego) y de poca materia orgánica que dan vides de poco vigor.



El resultado, es una uva menos tánica que la que se da en otras zonas del mismo país, siendo la pronunciada acidez la que le da estructura a los vinos. 
Clima, suelo, plantas y personas. La unión de estos cuatro elementos hacen un vino. Pero de entre las cuatro, además del paisaje, de lo que más me acuerdo tras un viaje es de las personas con las que tuve el placer de hablar. Recuerdo mejor las personas y las conversaciones, que el propio vino. Y el criterio de esta selección de vinos y bodegas es simplemente esa.

Se me pasaba. Olvídense, como creen algunos, de pensar que Nueva Zelanda y en particular Central Otago está lleno de grandes bodegas o fábricas de vino al estilo de algunas de las de Marlborough. 
La primera parada fue Mount Edward, que cuenta con 12 hectáreas, de las cuales 4 son aún demasiado jóvenes, trabajadas todas en orgánico. Esa es otra de las pautas de la zona, mucho trabajo en orgánico y biodinámico. La baja pluviometría y las constantes brisas ayudan a disminuir la incidencia de  plagas. 
El proyecto arranca con la plantación de las primeras viñas en 1981, en la zona de Gibbson Valley, la más fría de Central Otago, a iniciativa de Alan Brady, socio de Gibbson Valley Wines, una de las bodegas pioneras de Central Otago. A él se unen en un principio Duncan Forsyth (anterior enólogo de Chard Farm) y el responsable de viticultura Tim Austin. En palabras de Forsyth "somos algo así como capas de un misterio, no de músculos. Intentamos evitar cualquier intervención intensa. Nuestra meta es producir vinos de cada uno de nuestros pagos a medida que aprendemos más de nuestras fincas. Nos vemos a nosotros mismos más como viticultores que como elaboradores". 
El último en unirse fue el enólogo japonés Yoshiaki Sato. 




De los vinos que probamos, Wanaka Road 2009 (Pinot Noir) se presentó como un vino increíblemente floral. "Violetas como para repartir, como una violetera madrileña" apunté, sin saber siquiera si eso de violeteras madrileñas existía. Un vino marcado por las flores y las frutas rojas, de poca extracción y de elegante paso por boca, fresco, largo. 2009 fue una gran añada en Central Otago y todos los vinos de esa añada tienen una gran consitencia. Mount Edwards 2009 es más poderoso, con 11 meses de barrica francesa y 6 meses de depósito de acero inoxidable, fruta roja con algo ya de fruta negra, muy especiado, balsámico.  Le faltaba por aquel entonces algo de tiempo en botella (ojalá pillase una botella ahora), tanino marcado, largo, fresco. Muy típico de Central Otago, con ese tanino algo punzante, mucha acidez y muchas notas especiadas. Si algo distingue en nariz la Pinot de Central Otago de sus dos vecinos del Norte es por el especiado. El último Pinot Noir fue uno de sus "singlevineyard", Mount Edward Morrison Vineyard 2009, un viñedo de suelo de aluvial, con una nariz no tan potente como su antecesor pero más compleja, fruta roja, especiados, muchas flores, balsámico, yogurt de frambuesa... tanino por pulir en botella pero sin pecar de falta de elegancia. Por último, su Mount Edward Riesling 2009. Algo parecido a un limón dulce. 16 gramos por litro de azúcar residual equilibrados por una acidez brutal (pH=3,0). Alegre y juguetón en boca, largo no, larguísimo... otro de los vinos que compraría ahora mismo sin pensarlo si es llegase a España. 


Chard Farm tiene el mismo problema que otras bodegas de Nueva Zelanda: aunque los vinos son buenos, el paisaje se adueña por completo del recuerdo. El azul turquesa del río Kawarau, la montaña nevada al fondo, el inicio del valle Gibbson... como ellos mismos dicen "Only in Central Otago". En la foto, al fondo en la orilla izquierda del río se ve el viñedo y se intuye la bodega.



Fundada en 1986 por Rob Hay, la primera añada que lanzaron al mercado fue la de 1989, con 1.200 botellas. Hoy cuentan con 33 hectáreas sólo de Pinot Noir. Acostumbrados también a hacer vinos "singlevineyard", destacan sus viñedos The Viper y The Tiger. The Viper Riesling 2009 es un vino de 30 gramos de azúcar y una acidez estupenda para equilibrarlo. Nariz típica de vendimia tardía, con toques de miel, flores blancas, limón, manzana verde y una longitud espectacular. Entre los Pinot Noir, The Viper fue plantado en 2001 con el clon 667, en el sitio más frío, dando vinos más oscuros y más tánicos que The Tiger, plantado con el clon 777.Guindas en licor para el Tiger, flores y algo de rusticidad para el Viper.
En palabras de John Wallace, enólogo desde 1998, "no queremos un vino con fruta compotada o muy frutal, por lo que vendimiamos pronto, tan pronto como los hollejos han perdido el verdor del tanino. De alguna manera queremos apartar la fruta para exponer una perspectiva a largo plazo que muestre "finesse", elegancia, equilibrio entre fruta y acidez, con taninos sedosos que vibren en el paladar más que ser un obstáculo que superar". 









Quizá la bodega de Central Otago más conocido en España sea Felton Road. Fundada en 1992, siendo las suyas las primeras viñas en la zona de Bannockburn, su primera añada en el mercado fue la de 1997. Biodinámicos convencidos (y sobre eso trató mi conversación con ellos casi la mayor parte del tiempo, bueno de eso, de la vida, del amor... porque todo acaba en el amor, ¿no?), comenzaron a seguir la filosofía biodinámica en el 2003, obteniendo el certificado Demeter en 2009 (la primera bodega de Nueva Zelanda que lo lograba).





En bodega trabajo por gravedad, levadura indígena, maloláctica espontánea y un uso de 20-30% de racimo sin despalillar y un porcentaje similar de roble nuevo. Los Pinot de suelos más arcillosos acaban siendo más potentes, fruta madura, especiados. El mismo vino de suelo de grava se comporta en nariz más floral y femenino, más elegante, menos potente en boca, con menos carga, más acidez y más longitud.
A destacar también un Riesling con 56 gramos de azúcar residual y una acidez fantástica que lo hace tan equilibrado que no pararías de dejar de beber hasta acabar la botella.




Otra bodega biodinámica es Quartz Reef, una de las pocas que elaboran un espumoso por el método tradicional en Central Otago. También un Pinot Gris con cierto azúcar, fruto de un accidente, ya que la fermentación se paró antes de secar el vino. Tras un primer momento de preocupación, creyeron que "quizá el vino nos estaba diciendo algo. Y decidimos dejarlo así". Sea una anécdota real o inventada a posteriori, fue el mejor Pinot Gris que probé de Nueva Zelanda, generalmente simples y anodinos.












Y para terminar, Rippon. En la ladera del lago Wanaka, es sin duda uno de los viñedos más bonitos del mundo. Su filosofía de trabajo la explica su enólogo Nick Mills, y es la mejor manera de acabar este texto:
"Si la tierra pudiese hablar, la primera cosa que diría es que no quiere 5000 vides por hectárea en su espalda. Es una de las últimas cosas que querría, pasa en cualquier sitio de la naturaleza. Si esa es tu meta, debes ofrecer algo a cambio. Cuando creas una relación en estos términos, uno empieza a ver los problemas en la propiedad no como una debilidad o una intromisión que deba ser corregida o combatida, sino en la tierra pidiendote algo". 





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