viernes, 8 de marzo de 2013

La Emoción del Douro



No hay vino sin contexto. Sin un paisaje, un clima, unas personas.
Se puede, por supuesto (la ventanilla de snobismo y pedantería vinícola no es ésta, lo siento), disfrutar de un vino sin ser un experto en ello, sin saber descifrar la etiqueta, se puede tomar a la temperatura a la que a uno más le guste, con hielo (reconozco que lo he hecho), con casera (también lo he hecho), refresco de cola (cómo no lo voy a haber hecho), solo o en compañía, puede ser un vino carísimo o el más barato de la tienda del barrio (¿de verdad sois tan especialitos que no habéis comprado nunca una cántara de vino que si sabíais de dónde era?) y puede ser acompañándolo con lo que prefiráis (tengo unos amigos orgullosos de su maridaje champagne con patatas chips).
Se puede, por supuesto. Pero si uno quiere, además de disfrutar del vino, entenderlo, situarlo, y sobre todo, comprenderlo, la mejor manera es visitar su origen y hablar con la gente que lo elabora. Poder responder al quién, cómo y dónde abre nuevas ventanas al disfrute. Ya no es beber sólo por diversión, es encontrarte con vinos que te emocionan, te susurran lentamente mientras se apoderan de tu mente por unos instantes. Instantes en el que eres transportado a otro lugar, a esos viñedos que una vez recorriste.


Cada vez que beba un vino del Douro recordaré aquella mañana en que Francisco Gonçalves, enólogo de Quinta San Lluis nos abrió la puerta de la bodega y nos explicó quién, cómo y dónde eran elaborados sus vinos.
 



El Douro es tan imponente y espectacular que cuesta olvidarlo. Cada vez que he vuelto a catar un vino de aquella zona he recordado sus terrazas, las explicaciones de Francisco sobre sus variedades, con la Touriga Nacional, Tinta Roriz, Touriga Franca, Tinta Barroca y Tinta Cao como principales, entre muchas variedades autóctonas, las diferencias climáticas entre lo alto del valle (más frío y mejores para hacer vinos tranquilos) y la parte de abajo de las laderas (más cálido, que ofrece vinos más potentes y alcohólicos, preferidos para los oportos). Al igual que el suelo de pizarra, las terrazas que hacen tan difícil el trabajo en el viñedo.




 
Hay vinos que son uno más entre muchos, podrían ser de cualquier sitio, de cualquier clima o cualquier variedad. Pero hay otros que al catarlos cuentan una historia, que te susurran y te recuerdan paisajes en los que estuviste, viñedos que pateaste, gente que conociste. Y te emocionas como el día en visitaste por primera vez ese gran valle del Douro.
Vinos que ya no sólo te satisfacen y entretienen, sino que te emocionan.

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