martes, 19 de octubre de 2010

Añadas

I like to think about the life of wine. How it's a living thing. I like to think about what was going on the year the grapes were growing; how the sun was shining; if it rained. I like to think about all the people who tended and picked the grapes. And if it's an old wine, how many of them must be dead by now. I like how wine continues to evolve, like if I opened a bottle of wine today it would taste different than if I'd opened it on any other day, because a bottle of wine is actually alive. And it's constantly evolving and gaining complexity. That is, until it peaks, like your '61. And then it begins its steady, inevitable decline. And it tastes so fucking good.
Una botella de vino, al ser abierta, se convierte en la historia de una región, de un clima, de un suelo, de la gente que cultivó ese viñedo, de los que elaboraron ese vino y de las inclemencias del tiempo de ese año. Es un cuento que empieza con el famoso "hace mucho tiempo..." y que acaba en tu copa.  Es un relato de la gente que participó en él y de lo que vivieron durante el año de esa añada. El frío del invierno, la poda, la primavera, el desborre, los lloros (sí, sí, las viñas tambien lloran una vez al año, y como  para las personas, esos lloros son como un punto de inflexión y todo comienza a rebrotar), las lluvias, la floración... todo lo que ocurrió ese año queda reflejado en el vino final. Puede ocurrir, también, que quienes intervienen en ese vino no sean los mismos de un año para otro. Por eso una añada es diferente de otra. Porque los años, para la vid y para nosotros, no siempre son iguales.  Todo cuenta. Todo nos lo cuenta el vino cuando lo catamos, como una persona que hace balance al final del año.
En definitiva hay añadas mejores y añadas peores. Y contaba esto porque hoy es mi cumpleaños y quería agradecer a todos los que participaron de esta añada, que ha sido magnífica. Vosotros sabeis quiénes sois.
Un beso a todos.

domingo, 17 de octubre de 2010

Puntuaciones numéricas

A veces necesitamos las palabras de otros para arrastrar a las nuestras. Decía Teobaldo Capellano, en las contraetiquetas de sus vinos:
“A las guias de vino, hablando humildemente: En 1983 le pedí al periodista Sheldon Wasserman que no publicara puntuaciones de mis vinos. No solamente no publicó puntuaciones en su libro Italy’s Noble Red Wines, sino que también escribió que yo le había pedido que no me incluyera en ninguna ‘clasificación’ en la que la comparación se hace en términos numéricos divisivos, en vez de expresar una labor humana compartida. No he cambiado de parecer: Mi pequeña finca, que produce sólo 20,000 botellas de vino, sólo interesa a un pequeño número de clientes-amigos. Creo en la libertad de información, aún cuando se trate de juicios negativos. Pienso en mis colinas como un territorio anárquico, sin inquisidores ni facciones opositoras, cuya riqueza inherente se ve estimulada por crítica pensante y severos. Busco una comunidad que sea capaz de expresar solidaridad, aún con aquellos que no hayan sido bien compensados por la Madre Naturaleza.”
Cada día estoy más convencido de que calificar un vino con un baremo numérico es absurdo. La cata no es objetiva de ninguna manera. Uno valora un vino dependiendo del momento, de la compañia, de su estado de ánimo, de sus propios gustos, de los lazos sentimentales que su experiencia le ligue a algún vino o región. Al final no son más que opiniones, totalmente discutibles, que te obligan a decir que un vino te gusta más que otro, pero de ninguna manera te posibilita decir que un vino es mejor que otro.
Al final, las valoraciones de un vino son como las afirmaciones que publico en este blog. Son mis opiniones, totalmente discutibles. Dicen que soy demasiado categórico. Que lanzo opiniones como si no admitiesen discusión. Pero es que de mí dicen tantas cosas... al final aquí hablo de mis gustos, mis sensaciones, mi historia, mi pasado y mi esperanza en el futuro. O de mis angustias, mis expereriencias, mis lágrimas y mi miedo en el futuro.
Al final hablo de mí con el vino de trasfondo. Y sobre ese tema, en mi casa, no hay discusión posible.

viernes, 15 de octubre de 2010

Los reyes son los reyes

Habíamos abierto una botella de mi vino preferido. Aunque es una práctica legal y ellos lo admiten (al contrario de otras afamadas bodegas que lo utilizan pero no lo hacen público), yo no lo sabía hasta que en la segunda copa me lo dijeron: "esta bodega usa ósmosis inversa".
Y para mi, que he defendido siempre la identidad de un vino sin maquillaje, sin quimica, sin adorno, esa frase fue como el día en el que a un niño le dicen realmente quién le trae los regalos de navidad. Yo no recuerdo ese día, quizá porque me fui dando cuenta poco a poco, pero sí recordaré siempre el día en que descubrí que mi vino favorito, ese por el cual creí que había hecho este viaje, usaba ósmosis inversa.
La conversación derivó en qué pretendía hacer yo. En si buscar un vino auténtico (auténtico en mi modo de entenderlo) era posible o no. "Eres un utópico", me dijeron.
Como si ser utópico tuviese algo de malo.
Ayer, ahora y siempre, viva la utopia.

domingo, 10 de octubre de 2010

Preguntas, nombres y etiquetas

Me llamo Tao. (Así de simple o así de complicado). ¿Es un mote? ¿Cuál es tu nombre verdadero? ¿Es una abreviatura? ¿De dónde viene? ¿Por qué te lo pusieron?
Tener que explicar por qué me llamo Tao cada vez que me presentan a alguien puede ser uno de los motivos por los que ahora no me gusta dar explicaciones de nada. O quizá no tenga nada que ver. Lo que está claro es que si no me lo preguntan al ser presentados, me lo preguntan años después. Todos acaban preguntando pero por lo menos algunos se toman su tiempo.
Hay gente, que de igual modo pretende saber todo de un vino leyendo la etiqueta. Que le abordan y le interrogan antes incluso de descorcharlo. Que pretenden que la etiqueta y su nombre les digan todo lo que hay en el interior de la botella.
Al vino, como a las personas que quieres conocer, hay que acercarse con calma. Todo lleva su tiempo. Hay que catarlo despacio, sentirlo, mecerte en las sensaciones que te produzca, escuchar mucho y preguntar poco. Dejar que poco a poco te hable, te explique, lo sientas, le entiendas. Que tranquilamente, sorbo a sorbo, conversación a conversación, comprendas su historia. De dónde viene, por qué es como es, y a dónde va.
No quieras saberlo todo en el primer apretón de manos. Comprender y conocer un vino a una persona necesita su tiempo. Ten paciencia.

jueves, 7 de octubre de 2010

La vid es inmortal

Tengo un amigo, al que cariñosamente llamo talibán de la viña, que afirma, mitad en serio mitad en tono provocador, que la vid es inmortal. Evidentemente es exagerar mucho, pero en cierta manera, ya que nos va a sobrevivir a nosotros mismos, con respecto a nosotros es inmortal. Cuando no seamos ya, las vides que plantemos o cultivemos seguirán aquí.
Puede que mueran, claro. Que enfermen, que veamos sus síntomas y las veamos morir. Generalmente poco a poco. Que sepamos de qué están muriendo y no podamos hacer nada.
En cierta manera, cuando te enfrentas a la muerte es mejor saber por qué y cuándo. Poder mirarla a los ojos y comprender que nosotros, al contrario que las vides, somos mortales.
Porque cuando alguien se va repentinamente y sin aviso, o peor aún, cuando alguien decide marcharse sin previo aviso y sin causa aparente, las interrogantes que deja a veces son peores que la propia muerte.
Que en paz descanses, L.

viernes, 1 de octubre de 2010

Tierra, palabras y hechos

Era una noche estrellada y volvimos a hacer barbacoa en la calle. Brindabamos por la vendimia del 2010 y hablabamos de todo un poco, de lo bonito que estaba el cielo, de España, de la mostaza francesa, del Medoc, de Saint Emillion. Del cielo de nuevo. Al final el vino no es más que una excusa que da pie a hablar de muchas otras cosas. El vino es una entradilla, un pie, un acompañante pero no el protagonista de una cena.
Desde la ciudad no se ven tantas estrellas, pero esto está lejos de cualquier sitio.
Le pregunté por qué se habían venido al centro de ningún sitio a vivir. "Porque la tierra es buena. El vino está en el viñedo y buscaba un buen suelo. Los franceses buscamos el terroir".
Decidió irse al centro de nada porque el suelo es bueno para el viñedo. Para hacer buen vino se necesita buena uva, y para una buena uva se necesita un buen viñedo.
Al final hay que tener bien claro qué es lo importante. A la hora de hacer vino y en la vida. Son los medios los que justifican el fin.
De nada sirve un buen enólogo si no tiene una buena uva. De nada sirven las palabras si no se acompañan de hechos.
Hace tiempo que ya no creo en las palabras. Que no doy explicaciones ni necesito que me las den. Lo malo es que de momento no soy demasiado bueno demostrando las cosas por los hechos.
Pero tengo claro que para hacer buen vino lo importante es empezar por un buen suelo. Lo que es importante y lo que no.