La conclusión final de este magnífico libro es clara: si alguien ama el
vino, y más el embotellado con tapón de corcho debería dar gracias a que
surgieron alternativos a dicho material.
En este libro, George M. Taber comienza explicando la historia del corcho en
el mundo del vino así como las técnicas utilizadas con anterioridad para cerrar
las botellas. Más adelante narra el proceso de fabricación de un tapón de
corcho, desde la saca hasta que llega a la botella. Y finalmente explica cómo y
dónde surgieron los alternativos al corcho y cómo afrontó la industria corchera
esa nueva competencia.
Todos en esta vida tenemos nuestras filias y nuestras fobias. Igual en mi
caso hace falta explicar algo antes de seguir: hace tiempo, allá por el 2011
mientras trabajaba en Nueva Zelanda escribí
esto.
Defendía el tapón de corcho y empezaba a entender a quienes lo rechazaban. Casi
tres años después creo entender completamente a los defensores del tapón de
rosca y no entiendo cómo la industria corchera, o mejor dicho, sus defensores y
voceros, pueden seguir usando algunos argumentos tan faltos de razón. Con lo
fácil que resulta defender tu producto sin clichés y medias mentiras. En ese
proceso he tardado mucho tiempo y muchos debates. Pero si hubiese conocido este
libro mi posición habría sido más clara mucho antes.
Si alguien piensa que la búsqueda de un cierre alternativo al corcho era
simplemente una cuestión económica se equivoca. No es ni mucho menos tan
sencillo como eso. A partir de mediados de los años 70 y sobre todo de los 80,
muchas bodegas del nuevo mundo comienzan a quejarse de que el porcentaje de
botellas dañadas por culpa del corcho es demasiado importante y exigen una
alternativa. Alternativa que no existía.
Son ellos, los productores de Australia y Estados Unidos, los cabecillas de
este movimiento por no estar atados a la tradición europea del vino, en la que
inexcusablemente la botella debía estar cerrada con un tapón de corcho. Puede
que influyese también el estilo de sus vinos, más nítidos, claros y limpios que
algunos de los del viejo mundo, donde por lo tanto una alteración era más
reconocible. El caso es que hubo casos dramáticos y muchos productores insinuaban
que las corcheras mandaban las peores partidas a los países del nuevo mundo.
Además, debido al coste del trasporte, a un precio bastante elevado.
La incidencia de corchos defectuosos, ya sea por TCA o por oxidación
prematura era (y sigue siendo) difícil de estimar. Hugh Johnson, tras haber
sufrido cómo una botella de Château Haut Brion 1953 le salía "con
corcho" decía que "
si todos los bebedores de vino lo
reconociesen, y rechazasen cada botella contaminada, el sector del vino
quebraría. Es preocupante pensar que su beneficio depende de la ignorancia del
consumidor".
Decía que le porcentaje de botellas defectuosas era difícil de estimar, así que
el autor se centra en casos particulares (y dramáticos) para evidenciar el
hartazgo de parte del sector productor. Por ejemplo, se detalla el caso de
David Bruce y su bodega David Bruce Winery que perdió dos millones de dólares
al retirar su Chardonnay en 1987 por un problema en los corchos, obligándole
además a centrarse en el Pinot Noir y dejar de producir Chardonnay por la mala
imagen que ese vino adquirió entre los consumidores. Él explicaba que un
porcentaje tan alto de botellas contaminadas sólo se podía explicar si el
proveedor de sus tapones en lugar de mandar de vuelta a Portugal las partidas
rechazadas por grandes bodegas como Mondavi, Inglenook o Gallo, las revendía a
otras bodegas como la suya.
Casos como el suyo, con una mayor o menor gravedad eran norma en aquellos
años. Y mientras que en Europa se asumía como algo normal que formaba parte de
"la magia de cada botella", en el Nuevo Mundo se veía como algo
intolerable. Y es en ese caldo de cultivo donde aparecen las primeras empresas
que buscan un alternativo a los corchos. En el libro se repasa la creación y
los primeros problemas tanto técnicos como de mercado del tapón de rosca, de
Supreme Corq (primer tapón sintético fabricado por injección), los primeros
tapones sintéticos de extrusión, Altec (tapón formado por micropartículas de
corcho tratadas para eliminar el posible TCA de la materia prima) o el tapón de
vidrio Alcoa.
El autor explica los problemas técnicos de estos nuevos tapones, su pros y
sus contras y la aceptación de productores y consumidores. Además, desde una
perspectiva imparcial, se narran algunos ensayos de bodegas utilizando distintos
cierres, tanto de aquellos que decidieron que el tapón de corcho natural era la
mejor opción como de aquellos que optaron por el tapón de rosca.
¿Qué hubiese pasado sin estos nuevos productos y el corcho hubiese mantenido
el monopolio del vino? Sería hacer conjeturas, pero una idea nos podemos hacer
ateniéndonos a cómo reaccionó la industria corchera al descubrimiento del TCA.
La molécula de tricloroanisol fue descubierta por el científico suizo Hans
Tanner y los resultados de su investigación publicados por primera vez en 1982
en la revista Journal of Agricultural Food Chemistry. Hasta entonces el origen
de la contaminación de los tapones era un misterio. De entre las cosas que más
sorprendieron a Tanner y su equipo fue el extremadamente bajo nivel de TCA
necesario para estropear una botella de vino. Haciendo un símil, ellos decían
que era como verter dos terrones de azúcar en el Lago Constancia y que éste
resultase de agua dulce. Tras sus resultados fue invitado a dar conferencias
para explicar la problemática en varios países (entre los que estaban Austria,
Italia y Alemania). En cambio nunca fue invitado a Portugal. De la industria
corchera sólo recibió una carta de Gülting Corks diciendole que no debía haber
publicado sus resultados porque daban mala imagen al corcho.
El causante estaba localizado e identificado por primera vez. Pero
prefirieron mirar hacia otro lado. Habría que esperar casi 20 años y el
respaldo del consumidor a los nuevos tapones para que se pusiesen manos a la
obra en encontrar una solución. Primero llegaron las campañas de imagen en las
que se hablaba de que la industria del corcho era indispensable para mantener
el ecosistema de los alcornocales, que sin dicha industria sería el fin del
Águila Imperial o que los tapones sintéticos producían cáncer. Y por fin en el
año 2003 Amorin introduce el proceso de fabricación ROSA, que reducía
drásticamente la incidencia de TCA. 21 años después de que Tanner publicase sus
descubrimientos y tras años y años de autocomplacencia...
Lo que yo me pregunto es por qué los portavoces de la industria corchera han
vuelto al discurso de la autocomplacencia. Tan fácil, tan poco realista y tan
malo a largo plazo. Y además teniendo tantos y tan válidos argumentos para
defender su producto.